Ana Rodríguez Garrido, nace en Guareña el 28 de enero de 1997, actualmente estudia Estudié 4º de ESO en el I.E.S. "Rodríguez Moñino" de Badajoz. Asidua del Club de Lectura de Guareña y colaboradora habitual del Taller Literario de Guareña, ha escrito un número importante de cuentos y ganado varios premios literarios: 2º Premio en su categoría del "Certamen de Cuentos Infantiles Navideños" de Guareña, con la obra "El Pequeño Reno Binky" en 2005; 1º Premio en el “I Certamen Literario Hispano-Luso Infantil y Juvenil, José Antonio de Saravia”, de Villanueva del Fresno (Badajoz), con el cuento “El portugués”, en 2008; Accésit de Segundo Ciclo en la “II Edición del Certamen Literario Imcrea”, en Badajoz, con la obra “Las zapatillas de ballet”, en 2008; 1º Premio del “Certamen de Cuentos Infantiles”, de Guareña (Badajoz), por el cuento “Adrián y la imaginación perdida”; Finalista en
Todo esto pone en relieve el potencial de esta nóvel escritora local, quien con su participación eleva la calidad de los trabajos presentados y muestra el camino a seguir por otros jóvenes autores y autoras, que tienen los arrestos necesarios para compartir con el público en general sus creaciones.
Aquí os dejamos el microrrelato "Imparable como el fuego" de Ana rodríguez Garrido
Imparable como el fuego
Sus pensamientos eran
de papel; tenía pergaminos de gran valor, libretas enteras de los mejores años
de su vida, post-its con alguna insignificante anotación, y también apuntes
meticulosamente ordenados con todo lo que le había enseñado la experiencia.
Un día cualquiera, el
peligro amenazó a su querida biblioteca. Primero era pequeño, apenas una
llamita del tamaño de un dedal. Con el tiempo se fue haciendo más grande.
Primero quemó los post-its, y nadie se dio cuenta. Después quemó los apuntes, y
nadie se dio cuenta porque muchas de las cosas que había escritas ya no servían
de nada. Pero después el fuego llegó a las libretas, sus queridas libretas. Para
cuando la mujer quiso pararlo, ya era demasiado tarde.
Se lo había llevado
todo.
La mujer observaba día
tras día los escritos de toda una vida convertidos en ceniza. Sus lágrimas
consiguieron apagar el fuego que envolvía la biblioteca, pero ya era tarde. Al
menos ella sobrevivió al incendio. Y se quedó así, condenada a vivir sin recuerdos,
como una planta marchita o una estrella que se apaga, hasta que el tiempo quiso
llevársela donde sus pensamientos la hicieran soñar.
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